Shhh..., así debería mantenerse nuestro cerebro esclerótico para centrarse en lo que realmente importa: nosotros.
Sí sí, ya creo escucharos —¡Por dios! Dejad de hablarme mientras leéis mis post porque al final me volveréis loca y no habrá nada de Shhh... en mi cerebro—; pensáis que vuestra mente está en calma, que ese silencio al que me refiero está sobrevalorado. Pues lamento deciros, que nuestras neuronas (aunque pochas) son las más activas sin permitir que la tranquilidad y el silencio impere en nuestro cerebro. Por mucho que no queramos reconocerlo en alto, o incluso a nosotros mismos, siempre encontramos —con razón o no— con qué preocuparnos. Llega un momento, por las circunstancias, la situación o toda la información que nos llega acerca de nuestra enfermedad, que entramos en un bucle de preguntas y respuestas en el que no podemos alzar la vista y mirar el horizonte más cercano.
¿Cuántos de nosotros se toma unos minutos al día para respirar? Solo unos minutos para volver a organizar prioridades y sonreír pensando lo positivo que nos ha ocurrido en el día. Sí, sé que no es fácil mantener el optimismo, la alegría y la sonrisa durante todo el día y todos los días; por eso empezar por solo unos minutos, es la mejor manera para asentar una costumbre como una regla hasta convertirla en algo subconsciente.
¿Qué me decís? ¿Nos lo proponemos? Empezar por tres minutos, ¿qué son tres minutos? —y no me contestéis ciento ochenta segundos—. Tres minutos de calma y paz absoluta, en silencio, escuchando solo nuestra respiración, imaginando el recorrido del aire que inhalamos hasta que sale de nosotros; sin pensar, sin hacernos preguntas.
¿Meditación? Quizá. De lo que no hay duda es de que la mejor medicación para nuestro sistema inmune en particular, y el de todos en general, es una actitud positiva, alejada de todos nuestros dolores y esas cien caras que se adjudican a nuestra enfermedad.
Levantarse con una sonrisa en el nuevo día es un seguro de vida muy barato que nadie, excepto nosotros mismos, puede ofrecernos.
Despeinarnos, sonreír, alejarnos mentalmente de ese entorno que nos bombardea con miles de opciones, buscar nuestro ser y nuestras propias soluciones (que no debemos intentar imponer los demás como únicas...) pueden hacernos cambiar nuestro futuro; solo hay que creer.
Creer como forma de vida
Creer como mecanismo de mejora
Creer como fe inquebrantable en un futuro mejor.
¿Qué mejor manera de comenzar a creer que Shhh...?
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