Tocada... ¿y?


¿Qué ocurre cuando el miedo es irracional? Mejor dicho... ¿en alguna ocasión es racional? 
Pruebas escleróticas que deben ser aceptadas y por ello no merecen ser temidas; pruebas que cuando pasan de la teoría a la práctica, despiertan miedos escondidos que ni siquiera eramos conscientes de que estaban ahí; pruebas, pruebas, pruebas y más pruebas...


Mi primer, y para mí el mejor post, ¿Buceamos?, explicaba una de esas pruebas tan rutinarias a las que nos sometemos y afectan más según cómo, cuándo y los demonios de cada uno; ayer por desgracia, le tocaba el turno a la Punción Lumbar. 
Sí, lo he contado miles de veces, aquella escena —mítica para mí, de La habitación de Marvin— en la que Leonarado Dicaprio es sometido a una PL. Hace veinte años ya de esa producción, aunque yo la viera de casualidad durante una aburrida siesta haciendo zapping. Me convencieron de que era débil, de que no sería capaz de aguantar un tratamiento basado en inyecciones así que ¡¿Qué decir de una prueba como la PL?!

Sin desviarme mucho más con referencias pasadas, para muchos prescindibles, yo creo en el Universo; creo en que todo lo que va, vuelve; creo en que aún de manera inconsciente, mandamos preguntas al viento que son devueltas en ocasiones a modo de tormenta, en otras, a modo de brisa.
Tres punciones
Una, entrelazada con el diagnóstico. Sentada, abrazada a un cojín en posición bicho bola —sí, os podéis llevar las manos a la cabeza por ser la posición menos indicada para realizarla, pero casualidades o no, ¿¡quién no me ha oído definirme en ocasiones como ese bichito bola!?— y el viento lo sabía, al comentario de la enfermera: «tú agárrate al cojín y grita lo que necesites», la tormenta respondió con una patada activada al rozar la rama motora del nervio, aunque la pobre lo dijera con su mejor intención.
Segunda, migraña de órdago, neurólogos de urgencias con el miedo reflejado en sus ojos pensando: «como nos dejemos alguna prueba sin hacer, su médico nos capa». Migraña con disartria (afectación del habla por diversas causas), sí o sí, la PL estaba descrita como una de las pruebas factibles que realizar —¡Claro! Total... mejor que sobre a que falte, y es conservadora; entiéndase la ironía—. En esta ocasión sí fue tumbada, a mis espaldas escuchaba cómo buscaban la aguja necesaria sin mucho éxito, cómo el médico le explicaba al estudiante la manera de realizarla;¿quién lo hizo? No lo sé, lo que sí sé es cómo toda mi musculatura extensora de la espalda hizo que me arqueara, como si del mejor orgasmo se tratara. Sí, reiros... menudo símil.
Tercera, masacre por la estudiante de enfermería que intentó extraerme sangre —sí, sé lo que implica estar en prácticas, pero hurgar tanto tiempo en la mano..., mejor ahí lo dejo— cuya empatía debió dejar sobre la almohada, porque a mí no me mostró ninguna. Cuando le tocó a mi flexo de codo, la aguja se introdujo cuál pececillo buceando al fondo del mar, despacio, lento y con fuerza, mientras una lágrima conseguía escaparse y se deslizó por mi mejilla; el dolor pasaba a un segundo plano cuando tras la llegada de la neuróloga... ¡voilà! Un leve pinchazo, escozor e intensidad muy localizada era el efecto de la anestesia. ¿Anestesia? ¡Bueno! De algo serviría, ¿no? Mirada fija en la vía anclada a mi brazo, miedo corriendo sin dirección fija por mis venas, mi piel, y mi corazón. Por suerte al llegar al corazón, se encendieron todas esas velas que llevaban días alentándome, iluminando mi oscuridad, tendiéndome la mano. En ese momento, mi rama nerviosa era acariciada por la aguja provocando latigazos en mi pierna, que lloraba en silencio. Un bote de líquido cefalorraquídeo, dos, tres, cuatro y cinco, fueron extraídos de mi médula en lo que pareció un tiempo sin fin, en el que el aliento de todas esas velas encendidas me llegaron a través de la brisa. Tormenta controlada y estabilizada.

Dos horas tumbada, de la mano de mi pareja, del apoyo de todos vuestros ánimos, de esa fortaleza de la que a veces dudo —y se tambalea—, y que hicieron posible que la PL solo fuera una prueba más a la que perder el miedo. Pasó y como en todo, solo respirar y mantener en mi cabeza toda vuestra energía, hicieron que mis demonios volvieran a su oscuridad y la claridad iluminara mi día. Tocada por agujas, por pruebas y tropiezos pero, tocada... ¿y? ¿Hundida? No, tocada y alzada.

A muchos no podré agradeceros todo lo que hacéis, a otros podré darles el abrazo que se merecen y les recargará las pilas al estar pasando por situaciones más complicadas que la mía, a todos... sabéis quiénes sois y que siempre estaré aquí. Nunca dudéis en pedir ayuda: somos uno.

8 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Conciso y sincero como tú, gracias, Marcos ;)

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  2. Pruebas de vida que fortalecen tu espíritu y te dan impulso con más energía para luchar contra la enfermedad, y los obstáculos de la vida. Mi lema lo que no mata, te fortalece. Entiendo el dolor físico pero ello te hace más sensible ante la vida, dando valor e importancia a aquello que nos ha pasado desapercibido. Un relato muy bello y descriptivo de esas pruebas a las que tememos pero nos enfrentamos. Besos bella.

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    1. Es difícil darse cuanta así de muchas cosas, pero cada cual tiene su camino y solo hay que intentar afrontarlo de la mejor forma posible.
      Gracias, princesa.

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    2. Es difícil darse cuanta así de muchas cosas, pero cada cual tiene su camino y solo hay que intentar afrontarlo de la mejor forma posible.
      Gracias, princesa.

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  3. Princess, amore mío, como tú bien dices... somos uno y sabes que la gente que de verdad merece la pena.... está en las buenas, en las malas y en las peores. Nunca olvides que estamos para lo que necesites y para que cojas fuerzas las veces que nos necesites. Gracias por ser como eres! ����

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  4. Nada de gracias, amore, somos uno para todo pero en ocasiones algunos parecemos solo una pequeña parte, la em nos absorbe sin preguntar..., pero el que estéis es lo que nos da oxígeno para seguir adelante.

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