¿Cómo...hacer ver lo invisible?


« ¡Qué sentida eres! ¡Para que ella se queje sí que tiene que estar mal, tú a la mínima haces de todo un mundo! ¡Ay, qué quejica!»
Estas y otras lindezas fueron repetidas durante mi infancia, día tras día, queja tras queja. ¿Conclusión? Si lloras eres débil, si te quejas eres muy enclenque y si no eres como los demás, diferente se traduce en algo negativo; solo seguir la corriente de la normalidad es lo permitido. Esto, unido a quererme bien poco, son la mezcla perfecta para un cóctel mólotov que tarde o temprano y de una manera u otra, tenía que explotar.


Yo tengo mi propia versión acerca de esto: me quedé en poco más de 1,50m de tanta ira contenida; a falta de bilis desbordada —o una úlcera incipiente—: altura no alcanzada. Así pasa, que mis prontos son de traca y mis zascas imprevisibles. De esas quejas que no dejé de oír, hace lo que parece ahora un siglo, hemos pasado a las quejas hacia mis respuestas ante comentarios poco acertados. Pero no, no se te ocurra decir que son unos quejicosos o unos blandengues con la piel muy fina por ofenderse ante oír la verdad o rebatir con argumentos —acertados o no— un consejo. Recordemos... «Consejos vendo que para mí no tengo». 
Supongo, aunque sea de manera inconsciente, que todos esos comentarios, comportamientos y situaciones que observamos a nuestro alrededor van forjando una personalidad —o falta de ella— junto a lo que aporta nuestro código genético. Aún ahora, sigo haciéndolo y a los comentarios que me enfrento son de « hipocondriaca»,  unidos a ocurrencias alejadas de lo que considero gracioso con tal de quitarle hierro al asunto. No siempre puede quitarse hierro a las situaciones, a veces, simplemente necesitamos una palabra de aliento o un abrazo que puedan evitar los temidos zascas que nos ponen en el papel de bordes, de enfermos y tanto les hacen creer a los que están frente a nosotros que ellos, han hecho lo considerado como políticamente correcto.

Nosotros, tras años de soportar comentarios chisposos, fuera de lugar o simplemente equivocados, aprendemos a esperar —en mi caso contando hasta cinco antes de escupir las verdades en voz alta; verdades, que como todo en esta vida, son manipuladas si no encajan en lo que se quiere escuchar—, en otras ocasiones respiramos intentando no hiperventilar —en mi caso, mis piernas y manos comienzan a temblar de una manera difícil de controlar— y en más ocasiones de las que me gustaría reconocer, despotricar. Despotricar con la angustia de saber, que si la persona que intenta quedar bien con nosotros estuviera en nuestro lugar, desearía escuchar...«pobrecit@, qué duro, qué fuerte eres...», pero decírnoslo a nosotros ya es otra cosa bien distinta, porque como en la corriente que dictan las normas, la sociedad o la salud misma, a pocos les conviene ponerse en nuestro lugar, nunca lo entenderán; al menos algunos sí lo intentarán, que no es poco.
¿Cómo explicar lo que es despertarse por la mañana, intentar ponerse en pie y tambalearse?
¿Cómo saber lo que es dar un paso y sentir que tus piernas no responden?
¿Cómo demostrar que no seas capaz de percibir como tuyas, zonas o extremidades de tu propio cuerpo?
¿Cómo describir que no eres capaz de sentir tu propia cara pero si experimentar el dolor que eso provoca?
¿Cómo... hacer ver lo invisible?

Por desgracia, no es posible. Lo invisible, no existe. Aquello que los ojos no ven, no es merecedor de entendimiento por el 90% de las personas que nos rodean, si no entramos en su plan de acción social. Acción social de la que no se puede alardear si no es demostrable, palpable ante los ojos de los demás.  
¿Todo negativo? No. Todo lo contrario.
Gracias a la em, estoy encontrándome a mí misma, aprendiendo a priorizar y conociendo a personas que sé, que de una manera u otra, son y serán un pilar básico de ahora en adelante. No los mencionaré, porque blogger, internet o incluso el mundo tal y como lo conocemos, no tiene cabida para tanto ángel cuyo sitio es ocupado en ocasiones por algunos que solo simulan serlo. La em nos ayuda a cerrar puertas, dejar sitio a quien lo merece y dejar la silla más grande para nosotros mismos.
Gracias a todos, sabéis quienes sois y sabéis que sin vosotros... nada de esto sería factible. Ponerse en pie no sería posible. 
Y por supuesto, no puedo dejar de lado a quien cada día está junto a mí sin salir corriendo ante cualquier dificultad... gracias, Víctor.

6 comentarios:

  1. Porsupuestísimo que si! Muchas veces, por la EM o por los zascas, nos han golpeado, pero de todo se aprende y gracias a esto, hemos aprendido a conocernos a nosotros mismo como nunca lo hubiésemos imaginado. Hemos tenido la oportunidad de conocer la gente que nos rodeaba y ver quién es quién en cada momento.
    Nunca hay que perder ese optimismo y ver las cosas positivas de cada momento.
    Hay que seguir adelante sin importar 'el qué dirán'

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    1. Y en particular, lo que pensemos de nosotros mismos sin que nos afecten todas las opiniones o comentarios que nos llegan; priorizar a quiénes debemos dejar estar a nuestro lado ;)
      Gracias, princesa.

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  2. Muy bonito Angie! Nadie lo hubiera expresado mejor. Un abrazo
    Cris

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    1. Es tan fácil intentar entender, que solo el no poner cada uno de su parte, duele. Pero somos más fuertes que todo eso.
      Gracias, Cris, mil gracias.

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  3. Siempre están esos ángeles que nos echan un cable cuando más lo necesitamos. Ellos no huyen de nosrr@s y son los que merecen lo mejor de nosotr@s. Los demás pasan como los pájaros buscando el Sur.

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  4. Desde luego saber priorizar y decidir quién debe compartir tu camino, de una manera u otra, es el pilar fundamental para seguir adelante.

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