Yo, yo misma y mi múltiple



Nunca olvidaré aquella llamada:« Ya ha salido la plaza, irás a Irún». Lo siguiente está más difuso; ojos en blanco, pánico, oír cómo articulaba palabras sin sentido, sudor, mareo, lágrimas inundando mis ojos, mis mejillas, mi pijama de trabajo... En ese momento una compañera entró en el despacho y su expresión parecía un reflejo de la mía. Se sentó a mi lado, puso su mano sobre la mía y simplemente esperó a que yo colgara el teléfono.


¡Madre mía! A Irún, para cinco o seis años. ¡¿Cómo iba a hacerlo?! Siempre había estado protegida por mis padres, no, ¡perdón! Sobreprotegida por ellos:  
« ¡Anda!, deja, que ya lo hago yo»
« Eso no vas a poder hacerlo tú sin ayuda»
« No vayas sola, te puede pasar cualquier cosa»
« Tranquila, ahora llamo yo a alguien que lo arregle»
Y un suma y sigue que si tuvierais insomnio os vendría fenomenal para conciliar el sueño. Y llegó el día, mi madre llorando como una magdalena, mi padre entendiendo que lo primero era el trabajo —incluso en aquella época parecía que no había más en la vida— y en el fondo, aunque me lo dijera muy en bajito, yo deseando enfrentarme sola a un reto así, a 478km de distancia entre mi casa y la salida de la Nacional I donde trabajaría, sin apenas haber salido del cascarón.
Los principios fueron duros —como todo lo bueno en esta vida ¿no?— pero tuve la suerte de encontrarme a gente maravillosa que entendía lo difícil que debía ser alejarme de mi entorno. Cuando descubrí los beneficios de la independencia, de vivir sola y —espero que mi chico no se cabree aleerlo— tener cuatro días a la semana para hacer lo que quería con mi vida hasta cada fin de semana en pareja, llegué a creer incluso que igual había encontrado mi sitio. Sí, lloré en el aeropuerto cuando le vi marcharse, cada domingo cuando nos separábamos pero había conseguido vivir sin estar bajo el ala de nadie que me dijera qué y cómo hacer las cosas. 
Habían pasado siete meses, me sentía afortunada, igual... hasta había aprendido a quererme a mí misma hasta que ¡¡¡Booooooom!!! Me vi sentada en el suelo, la habitación parecía enorme o yo diminuta allí tirada, pero algo había fallado. Un intento, dos, tres, venga vamos a utilizar las manos..., bien, parece que estoy bien...., no, no, no, el pasillo se hizo enorme y me costó un mundo volver a la habitación.
A raíz de ahí ya os podéis imaginar, pruebas, corticoides, mis padres volando hasta allí, mi pareja ayudándoles en todo y yo... ¿qué pasó conmigo? Ni una lágrima, ni una pregunta. Supongo que por deformación profesional ya sabía lo más básico de la enfermedad y los bolos fueron taaaan buenos que me creía la reina del mambo. Según pasaban los días, las semanas, los meses, me sentí arropada, ayudada por mis compañeros, pero yo seguía sin preguntarme nada. ¿Acaso no me importaba qué pasaría? Parece ser que no. Por suerte y nunca podré agradecérselo lo suficciente, mi jefe consiguió enviarme a casa: sí, para mis padres llegaba con un enorme —vale, soy pequeña, no tan grande— lazo rojo con el que volver a protegerme del mundo exterior y ahí sí, ahí todas las preguntas llegaron de golpe. Sin pedir permiso, Sin medir las consecuencias. Me encontraría con mis antiguos compañeros sí, pero también con mi antigua vida: mis padres, permisos, preguntas y sobreprotección. Y aún así, seguí sin hacerme las preguntas importantes. Cada día pasaba intentando sobrevivir a broncas, decisiones que debía tomar en el momento menos adecuado, hasta que solo llegó la primera realmente importante, a lo William Wallace en Braveheart: Jamás, «me» quitarán la libertad». Sí, sí, podéis reíros pero volver al redil no fue duro no, fue lo siguiente y la palabra libertad adquirió un nuevo significado.
Nueve meses después tenía mi casa y hasta dos años después no pude solicitar el deseado día de mudanza de mi convenio. Risas, alegrías, felicidad, perritos pilotos sí, pero la em venía conmigo y no pagaba su parte de hipoteca.
La primera noche hubiera sido un buen momento para pensar lo que tenía por delante, preguntarme cómo quería hacer las cosas ahora que ya estaba todo más asentado... ¡¡pero no!! Debe ser que como ya lo había hecho antes —además bastante bien, por cierto— y mi amiga se mantenía en letargo..., me las prometí muy felices y lo dejé para otro momento.

Seis años han pasado de aquella noche, nueve desde el diagnóstico y parece que ella se ha cansado del letargo al que me había acostumbrado. De nuevo momento de preguntas en tropel, de mirar mi reflejo en el espejo y creer que es ella la que decide mis pasos. ¿Tanto me he dejado de querer —si es que legue a hacerlo en algún momento— que lo he dejado todo en sus manos?
Ahora todo son dudas, nuevas lesiones, interrogantes de mi capacidad para enfrentarme a la enfermedad, a las decisiones que —por mucho que aplacé— no se van a ninguna parte hasta que disponga qué hacer con ellas, inseguridades y autoestima pisoteada por múltiples lesiones, como su propio  nombre dice.

Por suerte no todo es negativo, mi pareja —que no se ha cabreado por el comentario del prinpcio—, mi familia y mis #EmFighters están a mi lado enseñándome la realidad que la em solo nubla en mi cabeza. Amigos perdí muchos —a ningunos os sorprende ¿verdad?— pero no debían serlo entonces.
Gracias a la em he descubierto el significado real de excusa, apoyo, incondicional y fuerza. Fuerza que nunca vi en mi misma y ahora con ella y todos vosotros solo está en letargo esperando a tomar decisiones con mi neuróloga y en su momento.

Desde aquí... solo me queda daros las gracias. Porque sabéis quienes sois y sabéis —casi mejor que yo— quien soy yo.

10 comentarios:

  1. Princess, sabes que te conozco desde hace poco pero... creo que una de las "destrezas" que nos da nuestra EM es el saber conocer a alguien en tiempo record y desde el minuto 0 que te conocí, te metiste en mi corazoncito. Eres una chica súper especial y con un gran corazón, increiblemente fuerte aunque a veces lo dudes (como todos yo creo) y con una feroz actitud para enfrentarte a la vida! Sabes que desde el principio pudiste contar conmigo y siempre voy a estar aquí para lo haga falta, incluído un transplante de cerebro (ese que se nos raya con demasiada frecuencia ��) jajaja! Te quiero un montón princess ����

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    1. Gracias, princesa. Encontrarnos fue una suerte y desde el principio congeniamos muy bien; la em nos permite establecer vínculos que de otra manera igual no sería posible. Sé de tu apoyo y de tu fortaleza que me transmites y me ayuda a seguir adelante.
      Muuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuak

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  2. Preciosa, a mirar para delante y a salir del pozo, poco a poco, pero sin pausa.
    Lo primero a estar a tope físicamente y a creer en ti misma y en lo que vales.
    La EM seguirá su propia vida, pero tu tienes que tener la tuya.
    Mucha fuerza!!, un besazo grande, Cleo

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    1. Exacto, Cleo, ella tiene su curso y el mío debe ser influído lo menos posible por el mismo. Las inseguridades y dudas son la suma de la propia enfermedad y el no haber tomado las decisiones que debía cuando debía. Nunca es tarde y no hay mal que por bien no venga; de todo se aprende.
      Graciaaaaas, Muuuuuuuuuuuuuuuuuuak

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  3. Aplazar las decisiones sólo nos calman momentáneamente. Porque los problemas persisten. Hasta que no queda más remedio que enfrentarse. Yo como tú aplazo, y creo que para crecer debemos aprender a no huir de aquello que nos incomoda. Ánimos bella, siempre guerreando.

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    1. Sin duda, posponer y aplazar decisiones que en el fondo sabes que no desaparecerán no es el mejor camino, pero antes o después, de una manera u otra tenemos que hacerlo.
      Mil besossssss, princesa.
      Y sí... ¡¡siempre en guerra!!

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  4. Angie, eres muy fuerte aunque aún no lo sepas. Lo que pasa es que la EM hace de las suyas también a nivel psicológico. Cuando estés más fuerte, te darás cuenta de lo fuerte que eres y de lo mucho que has cambiado. Cuando dura un brote vemos las cosas muy diferentes, tanto que cuando lo reelemos ni nos reconocemos pero así es. Date tiempo. Siempre me vas a tener. Un besote. 😘 😘😘😘😘

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    1. Cierto que durante los brotes, los malos momentos y los más activos de nuestra amiga todo en nosotros se pone del revés y es difícil ver las cosas con claridad. Por suerte os tengo a vosotros y mi pareja para intentar, al menos, mantener la calma hasta que se calme el temporal.
      Mil besos, princesa.

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  5. Ánimo!! Si ,todos somos más fuertes de lo que pensamos,no nos queda otra. Espero que te recuperes pronto y verás como te va genial con las nuevas de de decisiones con el neuro.

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  6. El problema es que las decisiones con el neuro no son las más difíciles, sino las de mi entorno. Mi día a día en el que solo sobrevivo... en fin, poco a poco.
    Mil gracias, princesa.

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