Acto de fe.

















Venga... ¡¡fustas fuera!!
Sí, sí, no pongáis los ojos en blanco, no bajéis la mirada ni miréis a los lados pensando que hablo con otros; hay muchos tipos de fustas y los «escleróticos» venimos con ellas de serie...
Para quien no me haya leído antes, también soy escritora de literatura erótica con todo lo que eso conlleva, pero hoy no será así. Sí, el sexo es otro de los temas que preocupan con el diagnóstico de la em, pero hoy nos centraremos en unas fustas que provocan mucho más dolor que la fuerza física; la fuerza de nuestro estado anímico supera con creces la de los músculos del ser humano.

Igual soy la única, o formo parte de una minoría, pero creo que en menor o mayor medida... todos llevamos a nuestras espaldas unas obligaciones que no siempre somos capaces de realizar y aún así, una fusta invisible, etérea pero muy muy pesada, nos empuja a dar más de nosotros de lo que podemos o debemos sin ni siquiera ser consciente de ello.
Siempre pensé que era mi carácter, que simplemente era mi forma de ser al igual que a otros no parecen importarles el dejar las obligaciones para otro momento, pero comienzo a tener mis dudas. Según van transcurriendo los días, meses y años con nuestra amiga, mi fusta —o quizá fustas— se ha hecho más grande ocupando un espacio vital que me convierte en una persona más pequeñita —sin tener en cuenta mi 1,58 y 45kg—... Igual es solo mi mente, la em, la educación o el pararse a pensar cómo me había imaginado a los 33 y cómo son en realidad mis 33. 
Es lógico que los evocara de manera completamente diferente, pero a cada uno sostiene una cruz y la mía es la em y los sueños robados, como supongo os pasa a muchos. Mi psicóloga siempre me habla del proceso de duelo, que no solo en la em sino en cualquier enfermedad crónica, vivimos antes o después; nunca pensé que sentiría el mío tras nueve años, ni que tuviera que sufrirlo del mismo modo mi pareja. Para él creo que es incluso peor; al menos yo sé lo que me pasa, cómo la montaña rusa de mi día a día se ajusta a una normalidad entendible en la em pero... ¿y él? ¿Y todas las personas que conviven con nosotros de una manera u otra? Eso sí que es un acto de fe, entender —o al menos intentarlo— nuestras mil caras debe ser sobrecogedor.

La fe siempre se ha atribuido a creer en algo que no podemos ver y de ahí a lo fácil: la fe en las diferentes religiones pero... ¿qué ocurre con la fe en nosotros mismos? Sí, ya sé que saldrán aquellos que dicen que eso es algo innato en el ser humano pero nada más lejos de la realidad; la fe en nosotros mismos puede ser tan endeble como la cuerda floja sobre la que avanza un funambulista. Y cuidado con los que se rían de ella, hay que cuidarla, protegerla y no dejar nunca de obervarla muy de cerca.
Vivimos en una incertidumbre las 24h del día incluso cuando estamos dormidos, porque no me neguéis que hay sueños solo explicables  con la pérdida de fe —mejor eso que pensar que en lugar de eso lo que hemos perdido es la cabeza—. 
Pensé que después de todo lo que había pasado los primeros años desde el diagnóstico, tenía todo asumido y era fuerte por cómo seguía adelante hasta que la vida, sin saber por qué, decide que no es suficiente y lo inesperado puede ser mucho más divertido que lo asumido. Quizá lo sea, no seré yo quien le quite la razón y vuelva a provocar que me tambalee sobre mi funámbulo, pero no podemos estar 24h intentando ser consciente de síntomas, emociones, reacciones o consecuencias... nada más allá del aquí ahora puede ser controlado. 

Debemos poner en práctica un acto de fe que podamos mantener en equilibrio entre la rutina, la em y vivir —no sobrevivir— nuestra vida, que al final no deja de ser la mezcla de todo eso. Debemos, igual que confiamos en que mañana volverá a salir el sol —o mejor dicho, volverá a amanecer— cuidar con esmero, tiempo y paciencia nuestra fe. Esa fe en nosotros y nuestra fuerza interior que es quien nos mantiene a flote a pesar de los vaivenes del día a día.

1 comentario:

  1. El concepto de la fe es fácilmente manipulable; al final todo se reduce a creer en algo que no es tangible ni demostrable. Cada uno tiene que encontrar su fe en lo que sea que le ayude a continuar su camino.
    ;) Gran reflexión.

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