Gotas de lluvia...


Poco a poco. Despacio; primero una y luego otra. Cada impacto dejaba una huella que originaba un lejano aunque intenso eco, donde hundirse era a cada segundo más fácil. Dejándose llevar por el sonido rítmico que provocaban en su mente... un simple movimiento lo borró todo; así de sencillo. «Como todo en esta vida», pensó para sí, a la espera de retomar el ritmo calmado que provocaba cada una de las gotas de lluvia que se dibujaban en el cristal. 

Tenía que salir del coche, el médico la esperaba y tras muchas vueltas, solo había podido aparcar en la zona más alejada de la esplanada alrededor del hospital; « Esto me llevará al menos quince minutos». 
Tras varios intentos —no sin esfuerzo— de abrir el paraguas desde el asiento del conductor, se dio por vencida y dejó que las finas gotas de la lluvia purgaran todos sus pensamientos; esos que no la habían abandonado desde la noche anterior.  Ya bajo el paraguas se encaminó hacia la entrada. Cada uno de los portales que dejaba atrás eran todo con lo que había soñado; una vida alejada del ruido de la ciudad pero lo suficientemente cerca para tenerlo todo a su alcance. « ¿Qué más da el ruido de la ciudad, si el mayor de todos está dentro de mi cabeza...?». No entendía como de nuevo la situación se repetía. Sí, era la tónica de su enfermedad, pero... ¿tan pronto? Negó con la cabeza y se tropezó en uno de los desniveles de la calle. Puso los ojos en blanco y se mordió los labios por dentro sin poder evitar preguntarse cuántas personas sanas podrían haberse tropezado también, o era solo algo que le solo le pasaba a ella. « Poco ha durado la purificación de la lluvia...». 
Quería eliminar todos esos pensamientos que le comparaban con el resto, de nada le servía pensar si los demás podían tropezarse como ella, aún con una buena salud, era una pérdida de energía. A punto de subir los brazos y sonreír al creer que había pisoteado, sin piedad, un pensamiento innecesaario, se dio cuenta: tenía las manos congeladas, no le habría extrañado que al mirarlas el color azul las invadiera. « Nada. Un pensamiento alejado y aparece otro». Sus cambios de temperatura, sus tropiezos —no solo físicos, también anímicos— comenzaban a condicionar demasiado su día a día.

¿Por qué no podía ser como esas gotas de lluvia en el cristal que el parabrisas arrastraba hasta la evaporación? Sabía la respuesta, pero tras nueve años almacenando sensaciones, percepciones y sueños rotos, parecía que el límite se acercaba sin nada que lo pudiera frenar; « ¿sería de verdad el fondo del que experimentar un antes y un después?».

Apenas una hora después se vio en la puerta del hospital, bajo el techo que permitía no mojarse con las gotas de la lluvia. Buenas noticias, otra vez, pero su sensación no cambiaba; algo no funcionaba y solo le oprimía y hundía más en ese pozo que ya creía hasta haber decorado. Cuando se encontró de nuevo en el coche, con las gotas de lluvia acariciando el cristal se dio cuenta: solo era una carrera, así de fácil.
Todo el mundo jugaba —vivía— para competir; en el trabajo, en la universidad, en su deporte favorito, pero... ¿y si pensar en ser el primero no fuera suficiente, si la primera gota de lluvia se hiciera más fuerte sin mirar las que caían después? Cuando en una carrera echas la vista atrás y ves cuántos hay tras de ti o te preguntas si ser primero es lo que de verdad buscas... la prioridad puede difuminarse hasta evaporarse como el agua. 

Decidió que no tenía que llegar la primera a ningún sitio; tenía que hacerlo la primera, la segunda y la tercera. Así, si flaqueaba, la siguiente en llegar —a donde fuera que necesitara en cada momento de su vida— sería ella, y si aún así tampoco tenía fuerzas, la siguiente seguiría siendo ella. Tras decidir un camino, siempre hay otro, otra alternativa, otra dirección en la que su puesto sería lo que traería en mayor o menor grado el porqué seguir adelante dejando lastres atrás.

¿Egoísmo? No, supervivencia. No podía vivir sin encontrar antes cómo sobrevivir.

8 comentarios:

  1. Angie, como te he dicho muchas veces, escribes muy bien; pero esta entrada en particular me ha gustado mucho.
    No se si es la lluvia, o los 15 días de tropezones que llevo, pero he estado "dentro de tu piel" al leerla :)
    Ánimos, siempre ánimos y adelante. Un abrazo muy grande, Cleo

    ResponderEliminar
  2. Nadie como nosotras sabe entender que esos "tropezones" no son solo eso; llevan mucho más tras ellos...
    Gracias, princesa.
    Muuuuuuuuuuuuuuuuuuuuak

    ResponderEliminar
  3. Esos detallitos que cuando estamos sanos no cuentan nada, hay que ver lo que los valoramos. Competir en la vida no nos está vetado, lo tenemos más difícil pero como tu dices no hay que ser siempre el primero.

    ResponderEliminar
  4. No hay que ser los primeros en la carrera, sí en nuestras vidas; primeros, segundos y terceros... ;p
    ¡¡Graciaaas!!

    ResponderEliminar
  5. Chicos, como bien decís en los comemtarios y en la entrada, llegar los primeros... no nos está vetado pero si que nos cuesta un poco más. Aunque yo siempre diré... que lo importante no es llegar el primero, el tercero o antes que el vecino del quinto.... lo importante es llegar y que lleguemos bien!!! Cleo, Angie... yo sé que no habéis pasado buena temporada pero... estoy segura que vendrán momento mejores y que... aunque a veces nos cueste asumirlo cuando se sufren... esos "tropezones", nos ayudan a aprender algo más cada día!! Aunque sea una simple tontería como puede ser la de caminar por la calle paralela al hospital en vez de la perpendicular... experiencias y conocimientos que... para nosotros, no hacen ser más fuertes y valientes cada día!!! Un besazo bien grande para los 3 y mucho ánimo en este otoño lluvioso en el que estamos! Recordad que... el sol... el sol no se marcha, sólo se oculta por un rato! ;)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Por supuesto, lo importante es saber qué hacer y cómo pensar cuando nos baña la lluvía...
      Gracias, princesa

      Eliminar
  6. Ahora pienso que yo soy lo primero, no como "ser el primero" en lo competitivo, sino en un tono "egoísta" (que no lo es) de ponerse por delante de cualquier cosa para cuidarse.
    Voy por la vida más despacio de lo "normal", pero eso me permite observar y ver que también la gente va demasiado deprisa.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sin duda, primero nosotros y después nosotros que nuestros tropiezos solo los vivimos... nosotros.
      Muuuuuuuuuak

      Eliminar