Negro. Gris. Blanco.


Alzó la vista y vio el pasillo frente a ella; no era muy ancho, pero sus miedos a una nueva caída la mantenían fija sobre el suelo sin poder dar el primer paso que le llevara a donde sabía que necesitaba: su habitación, su cama, su retiro del resto del mundo. Al fin, y sin saber por qué, su pierna buena (o menos maltratada) comenzó el camino hacia la segunda puerta a su derecha. Apenas pudo dar dos pasos; la inestabilidad y el miedo crecieron de una manera tan directamente proporcional que la palma de su mano se vio obligada de manera instintiva (ese instinto de supervivencia aún no ahogado a pesar de los años), a apoyarse sobre la pared. Después la otra. Se paró y vio como tras poco más de un metro, ambas manos estaban una junto a otra sobre la pared. « ¿Es una señal esta imagen que se dibuja frente a mis ojos? ¿No seré capaz?», decidió centrarse en su objetivo más inmediato: llegar a la cama, ésa que había sido testigo de tantas lágrimas avergonzadas, incapaces de mostrarse frente a nadie.
No sin esfuerzo se encontró en el umbral. « Por suerte mi caja de zapatos evita daños peores», pensó al tener frente a ella el pie de la cama; éste se encontraba a menos de veinte centímetros de la pared. Al final de ese delgado pasillo entre la cama y la pared se encontraba su gran ventana, de la que se sentía tan orgullosa, ésa por donde cada mañana los rayos de sol y las risas de los niños que enraban al colegio la despertaban con una sonrisa. A pesar de la seguridad que le proporcionaba el caer sobre la mullida colcha si sus pies tropezaban, avanzó despacio. Cuanto más se acercaba al cristal, más sentía esa presión profunda, dolorosa y agónica que le oprimía el pecho. Más ruido. Más luz. Más vida que ella sentía cada vez más difuminada en su interior.

Inhaló todo el aire que pudo, sintió cómo sus pulmones se emborrachaban de un ambiente contrapuesto al que veían sus ojos; cada sonrisa en la cara de los niños, era una puñalada de dolor profundo y afilado; cada chica arreglada con un caminar esbelto, un golpe a su autoestima; cada persona realizando running una bofetada a su fortaleza. No pudo aguantarlo más; bajó la persiana y deseó  cerrar la puerta que había dejado atrás. No, no podía volver sobre sus pasos; solo se desplomó sobre la cama y hundió su rostro entre sus manos, cuyos dedos no eran apoyo suficiente para el número de lágrimas que se deslizaban por sus mejillas. Se tumbó y se escondió bajo la colcha; solo eliminar —aunque fuera en parte— la claridad de la habitación, provocaba una tranquilidad camuflada en ese abrazo oscuro y denso que la transportaría a un mundo donde el olvido sería la única opción.

Algo le despertó. Estaba incómoda; la colcha se había enredado entre sus piernas y las gotas de sudor discurrían por su cuerpo como las lágrimas al envolverse en la oscuridad. La risa de un niño se abrazó tan fuerte a los intensos rayos de sol del medio día, que consiguieron dibujarle una sonrisa aún sin ganas por su parte. Se colocó mirando el techo recién pintado; ni una mancha, ni una grieta, ni un defecto. Recordó cuando de pequeña pintaron su habitación por primera vez y le enseñaron la extensa gama de colores entre los que podía elegir. Fue en ese momento cuando se dio cuenta que en el colegio solo le habían enseñado los colores más básicos; había muchos más que ella desconocía y adoró con solo tenerlos frente a ella. No pensó en por qué no se los habían mostrado en clase, en todo lo que se había perdido hasta ese momento, en la cantidad de opciones en ropa, mochilas y cuadernos que había perdido. « ¿Por qué? De pequeña no pensaba, solo me empapaba del día a día; no había nada más allá»
Se sentó con las piernas cruzadas y se dio cuenta de que había podido cruzarlas, de que el dolor parecía haber disminuido y nada era tan horrible como le había parecido horas atrás. En ese momento lo supo: no le habían mostrado todos los colores porque es más bonito descubrirlos, porque sin planearlo ni saber cómo, la vida en toda su plenitud se abre camino de una manera u otra; las preguntas que buscan una porqué suelen alejarte de lo que está destinado para ti. Solo hay tres colores relevantes: Negro. Gris. Blanco; ese es el proceso, del primero al último, el que te ofrece todas las posibilidades si eres capaz de observar con atención y sin miedo.


8 comentarios:

  1. Totalmente! Hay muchos colores, como la vida misma. Y es esencial descubrir que aunque parezca que no siempre hay una forma de hacer las cosas, siempre hay una solución para todo. Un besote preciosa😘😘😘

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  2. Siempre hay un camnino, una manera, un momento indicado; saber esperar y pensar en positivo nos lleva a donde queremos.
    Gracias, princesa.
    Muuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuak

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  3. La vida es complicada y enrevesada. Todos queremos que haga buen tiempo en nuestra existencia pero la verdad es que para ver el arco iris es necesario que llueva. Que ni Tu ni Yo ni nadie en nuestra situación dejemos de ver toda la gama de colores.

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    1. Toda la gama y los nuevos que podemos descubrir tras la tormenta :)
      ¡Graciaaaas!

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  4. A veces, hasta descubrimos colores que ni sabíamos que existían.

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    1. Y esos son los mejores, los empujan a seguir buscando más experiencias a través de ellos ;)
      Muuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuak

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  5. Claro qu si princess!! Además tenemos que tener presente que... los colores, se ven mucho más bonitos y los dosfrutamos y apreciamos más.. si antes hemos tenido que observar el negro o el gris. ��

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  6. Sin haber vivido en el negro es imposible disfrutar del resto... ;p
    Gracias, amore.
    Muuuuuuuuuuuuuuuuuuuak

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