¡Vacaciones Santillana!

Si no encontrasteis a Wally, tenéis tiempo este verano entre calor, tormentas y —espero— calma. Cuántas veces intentamos gritar, explicar todo lo invisible que nos pasa hasta que nos damos cuenta: el silencio más veces de las que creemos, tiene más razón que un santo.


Trasbordos, escaleras, horarios... y de repente una mirada que entre toda la vorágine de pensamientos, obligaciones y horarios, parecía evadirle de todo. Sí. Todo. Obligaciones, fichajes, trabajo... Subió las escaleras sin fijarse en cómo lo hacía, solo... subía mientras su cabeza se hacía miles de preguntas sin respuesta. « ¿Qué ha sido eso? ¿Qué es este cosquilleo?». Más difícil que fácil llegó a casa, cerró la puerta tras él y pensó en silencio. En ese momento, sí, concentrado. Sin dejar que el cosquilleo que subía por sus piernas desde la planta de los pies hasta el cuello cesara, ni tampoco le importara. Ésa. Esa mirada entre todas las demás. Ése. Ese cruce de luz que resaltaba entre toda la oscuridad que le rodeaba hasta ese momento. Se cambió en silencio. Se sumergió bajo la cascada de agua de la ducha y pensó. En Ella. En esa casualidad tan inesperada. Cerró el grifo, abrió la puerta de la mampara y se abrazó a la toalla sintiendo cómo todas sus neuronas estaban excitadas frente a una sensación que, a diferencia de las sentidas en esos días, le gustaba, no queriendo alejarse de ella. Ya cenado cuando las sábanas de su cama le abrazaron, sintió como el cosquilleo aumentaba y no solo en las mariposas de su estómago ni en su sexo. En todo Él y de manera poco satisfactoria. 
« Esperaré a mañana. Mañana sin falta escribo al médico. Pero mañana. Ahora intentaré imaginarme con ella, entre sus brazos». 
Entre sensaciones, sueños y realidades cada vez más alejadas y difusas, consiguió dejarse ir en un ambiente placentero que le alejaba de médicos, dolores y posibilidades nada positivas.

Cuando sonó el despertador no lo podía creer. De nuevo otro día y de nuevo ELLA en sus recuerdos. Se sentó en el lateral de la cama, colocó los pies sobre la pequeña alfombra y al intentar calzarse vio cómo se acercaba más al suelo. Como una imagen a cámara lenta que solo aceleraba sus miedos y sus por qués. Sin necesidad de ponerse en pie alcanzó el teléfono que descansaba sobre la mesita y marcó el número. Ni siquiera se planteó escribir a la consulta. Horas después, ya con todas las fuerzas encontradas aquí y allá, fue a la ducha. De nuevo la cascada de agua. De nuevo otro día. Nada más salir entre inestabilidad y preguntas, un mail se escuchó en su móvil. El hospital. Sí, estaría allí tras vestirse y tomar un buen café. Fuerte, muy fuerte.

Tras vías, extracciones de sangre, tomas de tensión y exploraciones por parte de los médicos, ELLA. No podía reaccionar de manera ...¿normal? Y de nuevo ese cruce de miradas. Se quedó dormido y al despertar de nuevo ELLA, en esa ocasión más cercana, más punzante, más real, tanto que hasta dolía. Cuando llegó el grupo de doctores, lo tenían claro... ELLA tenía nombre, se llamaba ESCLEROSIS MÚLTIPLE.

4 comentarios:

  1. Impresionante Angie, muy bueno. Me quedo con muchas ganas de leer el libro entero.

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  2. Gracias! Una pena no saber tu nombre, aún así... es gratificante que mis letras lleguen y se espere mi segundo libro con ganas :D

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  3. Perdona quiero porfavun wasap
    Perdi tu contacto
    ¿tendra la culpa la incertidumbre multipl?
    Un abrazo

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  4. Localizada, princesa! Ya tienes mi número... Muuuuuak!

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