Ganar, en mi diccionario, se define así... saber cómo aprender de perder.
Son binomios unidos al 100%. ¿Y para vosotros?
Hay un filo, en ocasiones muy empinado, en otras no tanto, que nos diferencia el día de la noche. Gracias a Dios, a las esperanzas, o a lo que sea, la melatonina me permite no ser consciente de cómo es este filo y me acerca a los brazos cálidos de Morfeo. No siempre, pero sí el 90% de las veces que la tranquilidad viaja conmigo. Esa tranquidad que recarga, que hace que todas las pilas sean alcalinas, que provocan una sonrisa cálida que no se aleja de nosotros...
Pero, ¿cómo?
No tengo soluciones, solo pasos que he ido dando. Unos voluntarios, otros empujados por la #em, pero todos en el momento que debían darse. Los cometidos demasiado pronto o demasiado tarde, no quedan reflejados ni grabados en mi placa base. Como dice una de mis series favoritas, el desván no puede llenarse de pensamientos que no tienen peso en nuestro día a día, que no son merecedores de robarnos energía, porque... (añado yo): ¿no tenemos ya energía estrictamente suficiente para pasar los días?
Siempre tuve una brújula en la cabeza, siempre me consideré un gps, pero ¡ay, ahora!, no solo me pierdo en los recovecos del camino, sino en el día a día. No es solo aceptar la enfermedad, sino aceptar por dónde te lleva, las obligaciones que te empuja a tomar y que es mejor pensar... obligaciones no, vivir de disfrutar. Eso que no lo enseñan en la escuela, eso te lo enseña la vida (de mejor o peor manera). Eso que aprendes a ver, cuando las lágrimas dejan de brotar en tus ojos, dejan de bañar tus mejillas y dices sin hoja de ruta: Ya. Ya puedo reinventarme. Ya puedo encontrarme. Ya puedo ser yo.
¿Fácil? Ni de coña
¿Gratificante? Con todas las coñas posibles.
Llamarlo como mejor os parezca, pero vivir, es la tarea más difícil. Con #em o sin ella, no es fácil para nadie. Yo al menos, me siento agradecida por haber dejado atrás obligaciones de fichajes, horarios planos y obligaciones sin premio que vaciara mi desván.
Sí, agradecida.
¿Que pagué un precio demasiado alto? Ya no me lo pregunto. Lo pagué y no creo que me sirva mirar el precio de la factura, solo los días que me puedo permitir vivir ahora.
Plenos. Decididos por mí y vividos solo por mí.
Mí. Yo. Mí. Yo.
Y así en bucle, hasta que podamos poner los ojos y parte de nuestro desván a disposición de alguien más.
Mí.Yo.Mí.Yo.
Hasta que dejen de hacernos daño falsas asertividades como ¡ah!, es que eso es diferente. Todos hemos pasado por lo mismo. Sin que duela; porque nadie pasa por lo mismo que tú. Nadie tiene tus mismas circunstancias: Nadie es como tú.
Mí. Yo. Mí. Yo.
Porque somos únicos. Con nuestra individualidad. Con nuestra esencia. Solo nosotros sabemos qué nos duele. (Otra cosa es saber por qué; esto ya para otro post).
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Mensaje para hoy, lunes y como futuro mantra: vivir, vivir y no dejar de vivir. Como mejor se pueda. Pero vivir, vivir y no dejar de vivir.
No te imaginas lo que te admiro, preciosa. Me ha encantado leerte. Qué razón tienes en todas tus manifestaciones y como desgranas tus pensamientos sin acritudes y con una sencillez que llega al corazón.
ResponderEliminarEres un ángel. Te quiero. No dejes de escribir y compartir tu experiencia de vida.
El mensaje es perfecto, ¿como?, ahhhh como puedas, no como quieras, porque claro, no siempre querer es poder, aunque si no quieres no sabes si puedes
ResponderEliminarLo que no puede morir es...
ilusion
esperanza
sonrisa
un abrazo