Crees que todo va viento en popa a toda vela... ¿Pero qué vientos ni qué diantres de vela sabemos los que en este siglo, año y/o época, no hemos sido capitanes de ningún barco o mini velero? No, esta expresión no se aproxima mucho a nuestro día a día (al menos al de la mayoría), pero lo que sí se aproxima y mucho son los síntomas degenerativos que vienen, van, ambas cosas o solo alguna, ¿me equivoco).
Te levantas una buena mañana con un sol radiante, buena temperatura, pones los pies en el suelo sentada en la cama... ¡y ahí está! Ese dolor neuropático que pensabas enterrado en lo más profundo de tu mente pide salir a la luz del día que están viendo tus ojos. Sueltas todos los improperios que conoces y los de algunas lenguas muertas que se reproducen en tus neuronas aún no dañadas del todo. Algo parece estrujar tus piernas, tu tronco, tus brazos y hasta tu corazón que parece latir como si quisiera salir corriendo, ¿mira qué gracioso!, como si tú no desearas escapar hasta donde la vista puede avistar. Pero no importa, tu fuerza de voluntad se pica con tus neuronas y no quiere darse por vencida; coja pero malhumorada, quiere salir airosa. Te echas agua fresca en la cara, te vistes, coges el bastón, las llaves y sales de casa. La fresca brisa al fin ha llegado a la ciudad y te hace sonreír aún sin pretenderlo, retomas esa maravillosa rutina de poder desayunar en la cafetería donde te conocen, donde nada más ver tu bastón a través de la cristalera te llevan el café sin lactosa que te sienta tan bien. Ahora sí, todo parece estar como hace pocas semanas cuando sonreír era casi automático. Mientras el café se desliza por tu garganta desearías que fuera en vena como el tratamiento que recibimos muchos: eficaz, rápido y sin efectos gastrointestinales, o al menos para algunos.
Hace años, años me refiero cuando apenas había canales en la televisión comparados con los de ahora, se desconocían muchas de las plataformas ahora normalizadas en muchos domicilios y leer podía suponer una auténtica obligación.
Trabajo, que ahora deseo poder realizar y me es imposible.
Trabajo, que me hacía sentir sana (más de lo que creía estar).
Trabajo, en el que podía mejorar la vida de mis pacientes.
Trabajo, que era vocacional desde que vi A propósito de Henry (película que si no habéis visto ya os doy plan para cualquier tarde aburridos en casa).
Trabajo, que al fin y al cabo, me llenaba aunque llegara a casa muchos días con dolor hasta en las pestañas, ¡pero que más daba!, me ayudaba al menos a dormir sin pastillas legales.
Sí, para mí es cierto aquello que dicen que el trabajo es #salud . Con estrés, discusiones, cursos obligados en épocas que no eran las más idóneas, pero ¿no es eso vivir con sus pros y sus contras? ¡Ay, vivir! Cuántas maneras hay para definir esa actividad, actividad que para algunos no es más que una obligación más que necesaria y para otros respirar todos los días no es más un calvario. ¡Y ojo! Hay calvarios mucho peores que la #esclerosismúltiple, o muchas esclerosis múltiples peores que la mía. En mi caso cuento con una pareja que está para todo; lo bueno, lo malo y lo regular. También esta enfermedad, supongo que todas en realidad, te acaban demostrando antes o después quién merecía estar en tu vida y quién era mejor dejar atrás, más que nada porque ellos mismos se quedaron atrás sin muchos esfuerzos por seguir caminando contigo.
Como sea, y por lo que sea, somos con la enfermedad y eso es un binomio que la gente que nos rodea debe aceptar. Total y por desgracia aún no se pueden separar, pero lo que está más que claro es que cuando ese matrimonio pueda llegar a su fin, los que no han estado... no estarán, y los demás disfrutarán más aún si cabe de lo que nunca hemos dejado de ser: personas. Y será entonces cuando nuestro despertar será más plácido que ahora, mucho más plácido.
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