Noches adolescentes.



¿Os acordáis de esas noches adolescentes a altas horas de la madrugada donde sí o sí teníais que buscar un baño -o algún sitio que pudiera hacer del mismo- para evacuar aguas menores? Y cuando ya teníamos suficiente edad como para estar en un sitio más "adulto" y decidías ir al baño eras incapaz de que nada escapara de ti...Ni una simple gotita... aunque oyeras como una tras otra, las demás chicas del bar podían salir tranquilas y relajadas del lavabo...

Pues bienvenida de nuevo y sin esperar, la adolescencia, esas noches que ya creíamos olvidadas, incluso el sentimiento negativo que a veces traía con ellas. Vuelven para demostrarnos como aquellas noches no eran tan negativas. Pero sí, de nuevo, el recuerdo trae risas, madurez y esperanza de que hay cosas peores pero... ¿quién considera qué es lo peor? Recuerdo aquellas noches que acompañaba a mis amigas, que yo misma buscaba los lavabos para saber su ubicación cuando iba a los centros comerciales y de repente... ¡¡problema resuelto!! Ya podía estar horas fuera, ir al cine, a cenar o a trabajar sin visitar el baño y qué alivio. Una preocupación menos. Algo en lo que no pensar cuando cerraba la puerta de casa. Tras oír a mi madre erre que erre que antes de salir de casa tenía que visitar al señor Roca, hasta que ya independizada o en vacaciones, era algo menos en qué pensar. No sé por qué, no sé desde qué momento ya podía visitarle, que no parecíamos tener feeling. Mi interior no quería abrirse a algo tan frío, y más cuando había gente entrando y saliendo de una sala esperando a que llenara una cuña especial, con sonda y colocada. Con un look fantástico bajo una bata sexy sexy de hospital y agradecida al momento en el que decidí que el dinero ahorrado no tenía un objetivo más importante que el láser.
Bendito láser cuando me veo allí espatarrada con gente saliendo y entrando no solo de la consulta sino de mí misma. Por suerte tratándolo todo conmigo, mirar a la pantalla de activación muscular, introduciéndome y extrayéndome líquido... Nada, mi vegija se rebelaba y no había nada que hacer. Pero... los años de enfermedad y de psicólogo son un grado, para salir de allí y pensar que al menos, buena parte de lo que no me servía dentro estaba fuera...


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