Aprender... SiEMpre


Así, como este pequeño elefante aprende lo que el mayor le enseña, los #escleróticos lo hacemos no siempre tan pequeños; per sí a base de errores y miedos superados...



La mayor diferencia en mi caso, y sé que en muchos otros es que la consanguinidad,no siempre es un factor relevante y como de costumbre, hablo de la importancia de las circunstancias. Esto no solo en la #em, sino en todos los pacientes crónicos. Si bien el dicho dice que cada uno es de su madre y de su padre, en ocasiones este entorno por edad, creencias y —de nuevo circunstancias— no es es el más empático. Algunos porque les es más fácil no entender y mediar así en su propio dolor. Dolor este que se suele multiplicar exponencialmente en nosotros por no sentirnos comprendidos por quienes más se supone que deberían,  y nos vemos obligados a vivir una introspección muy dolorosa, aunque necesaria para seguir adelante con nuestra mochila más o menos pesada.

Aprender, soy de la fiel convicción de que aprendemos todos, lo hacemos bien por obligación o bien porque no queda de otra. Lo hacEMos todos, de manera más drástica o menos. Algunos con mayor visibilidad, publicidad o famoseo, pero allá cada cual si el resultado es el mismo. Lo importante es irse a la cama con la conciencia tranquila, descansar lo que la cronicidad nos permita y ser capaces de despertar con ganas de vivir en nuestras circunstancias. Y vuelta perico al torno...

La ambigüedad del término siEMpre, es la misma que la del término circunstancia. Si la #em, es la enfermedad de las 1000 caras, las situaciones detrás de las mismas lo son de igual manera. Padres, hijos, amigos, pareja, sexualidad, amistad... todo en un amplio espectro que nos va enseñando como al elefante a vencer al miedo o adaptarnos de la mejor manera posible en la que puede cada uno. Nunca me consideré fuerte, más tras oír todo lo contrario desde pequeña, pues ahí llegó la #em para demostrarme que sí que lo era. Nunca me creí atrevida, y de nuevo la enfermedad me hizo reparar en que igual mi único límite era el que me ponía yo misma. Y así fui aprendiendo sin darme cuenta de manera consciente, como mi vida —completamente diferente a la de la gente que tenía alrededor— podía ser incluso mejor de la que llevaba en años anteriores, sometida a duros horarios, jornadas laborales, discusiones vacías y pérdidas de energía por intentar hacerme entender. ¿Sabéis qué? Que quien no me entiende, ni pone de su parte para hacerlo, no tiene hueco en mi vida. Demasiado está llena ya por obligación, de aspectos negativos. No necesito adaptarme a los factores que no son impuestos por mi salud o falta de ella.

Y así, de manera animal y con la vuelta a la rutina, me he quedado prendada del elefantito, esperando que mi peso no haya aumentado tanto tras las necesarias vacaciones ;p. Como siempre digo, a vivir con una sonrisa dejando a un lado todo lo que reste y acercándonos más a lo que suma.
















4 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Gracias, princesa. No encuentro otra manera de relacionarme con ella y la cronicidad. Mil besos...

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    2. yo te entiendo, y me agrada saber -ojo, no entiendas lo que no pretendo- no entienden,no, no nos entiendeden, pero sabes ¿por que?, por hoy a nadie le importa los problemas ajenos
      Oberva a quien si, y evitaras sorpresas
      La vida es quien te enseña
      un bezaso

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  2. No peuedo no estar de acsuerdo contigo, porque pienso lo mismo, y me gustaria no cometer el error de cansar a mis neuronas, explicando cosas, que no entienden, no les importa, o las dos cosas
    esta enfermedad, entre todo lo que tiene, te obliga a ser, esa que no quiseres ser, triste, pero...
    un besote

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