El fantasma de las Navidades pasadas.


Hoy os traigo mi versión de El fantasma de las Navidades pasadas. Alejada del personaje y la novela de Charles Dickens, mi fantasma de las Navidades pasadas es nuestra gran querida amiga no invitada; la em. En la actualidad, tras trece años después de su presentación en un frío noviembre del P.Vasco, tuve —y aún tengo— que aceptarla como se hace con el hijo de unos amigos de tus padres. Todos tenéis alguno de esos, ¿no? Poco a poco vas indagando en esa relación; lo que opinen los demás, cómo te sientes tú con ella, si es necesaria darla de lado o cogerla de la mano... Ya me entendéis; «ni contigo ni sin ti, tienen mis males remedio».


Mi caso comenzó de una manera bastante educada: una semanita en el hospital con corticoides, (bien es cierto que podría haber ido a casa y volver para cada bolo, pero al estar lejos de casa, optaron, [gracias, gracias, gracias] por dejarme ingresada).Desde luego eso año se planteaba una Navidad de lo más interesante. Había tratado a bastantes pacientes con em, ¿qué podría salir mal? Todos los papeles legales los había gestionado mi jefe y compañeros de trabajo, hasta me rebelé con una médica de cabera disconforme con mi vuelta al trabajo en enero..., ¡pero para cabezota yo! No podía imaginar cuatro meses más de baja en casa de mis padres sobreprotectores, sin poder volver con mis compañeros en Irún y realizar mi trabajo al que adoraba, y aún lo haría si pudiera desempeñarlo.

Hasta esa Navidad de 2007, no me di cuanta de que mi fantasma de las Navidades pasadas solo se trataba de un fantasma más. Más pejiguero que otra cosa, pero solo uno más. Todas las Navidades que recordaba siempre habían estado envueltas en discusiones familiares, luchas por quién cocinaba, quién se relacionaba tras cenar con el lavavajillas y quién felicitaba las fiestas a los familiares por teléfono. Lo que suponía horas de batallitas en el caso de los más adultos...

Esa vuelta a la vida independiente recientemente conocida. Esa. A donde todo salió a la luz, ya que el fantasmita llevaba años queriendo mostrarse como protagonista y no como secundario. Y allí estaba, tras la puerta de mi piso en Fuenterrabía, sola como cuando me fui, pero con bagaje navideño muy pesado a mis espaldas. Me encontraba bien, incluso para realizar mi trabajo físico como fisioterapeuta. Todo lo anímico lleva su tiempo, así que no le iba a tener en cuenta yo, ya se encargaría la vida de eso. Mientras nos respetáramos todo iría bien. Así que... fantasma enterrado.

Lo debí enterrar de manera muy superficial porque con el ajetreo del traslado a Madrid que me concedieron meses más tarde, mi fantasma comenzaba a inquietarse. No le debían gustar los cambios. Y en la actualidad estoy segura de que así es. Desde entonces bastantes Navidades, con sus fantasmas de la mano, han ido pasando año tras año. Unas peores que otras. Otras mejores... hasta que el fantasmita  decidió tomar el control, y un enero de 2017 me regaló otro billete al hospital con unos cuantos meses por delante. Pero esa historia ya la sabéis. Lo importante es poder ver al fin, cuál es la enseñanza de todos estos años. De mis actuaciones y cómo respondí y respondo aún ahora. Este año, por primera vez en mucho tiempo, vuelvo a tener ganas de Navidad. Ganas de celebraciones. Crucemos los dedos para que nada cambie y todo se desarrolle como todas estas fiestas deberían hacerlo... ¿lo intentamos? Pues al lío con una sonrisa y un matasuegras.



















4 comentarios:

  1. La amiga no invitada, dejala por imposible. piensa te salio una mancha fea en la cara, no es agradable, pero la tienes que llevar, si o si, yo la ignoro, y se lleva mejor
    SUEÑA, RIETE, SE FELIZ

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  2. Claro que sí Angi.
    Disfruta mucho de estas nuevas Navidades.
    Besoss milll

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  3. Gracias, princesa. Feliz Navidad para ti por cómo eres y lo que me transmitiste cuando más lo necesité 🧠🎄😍

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