Inmunodeprimida





Sí, yo era de esas. De las que agachaba la cabeza en clase cuando el profesor preguntaba algo; de las que se ponía nerviosa cuando esperaba que en clase de educación física la eligieran para algún equipo (bien es cierto que por aquel entonces ya tenía problemas para cualquier tipo de deporte o actividad que se realizara de pie...); de las que siempre intentaba caer bien a todos, ya fueran compañeros o profesores; y por supuesto, de las que se sonrojaba cuando estos me echaban la bronca... Bueno, creo que ya me entendéis. Así que para mí fue casi, y sin el casi, ver que desde una cama de hospital yo tenía razón, y algo que nadie entendía, me estaba ocurriendo. A mí, a la quejica que siempre estaba en el sofá, a la que siempre le dolía el gemelo pero me decían que estaba creciendo, para la que las bromas sin gracia tenían que ser reídas y si nadie con bata me daba una explicación es que  solo ratificaba que no era verdad.

Y así, comenzó a mostrarse de una manera tan dolorosa (tanto ánimica como física) mi situación inmunodeprimida.

Los años pasaron, descubrí una faceta de mí que adoraba y la que la gente me negaba que pudiera ser llevada a cabo por mí. ¡Cómo iba a realizar una profesión que requiriera una bata blanca! No, eso no era para mí. Nada relacionado con la sanidad lo era. Pero ahí estaba yo, cabezota como pocos y con un interruptor que sin saber por qué o cómo, se pulsó. Exsuegros que se reían de mis conocimientos que negaran tener alguna relevancia aunque fueran ratificados con un título de universidad, personas de mi entorno que pensaban que toda diplomatura era sinónimo de morirme de hambre... ¿Había algo positivo? Por supuesto..., querer ayudar a los demás por encima de todo, y más aún cuando vi en televisión A propósito de Henry. Eso quería yo, ayudar a los demás, con conocimientos y no solo con ganas.

Estudié, me formé y al fin comencé unas prácticas con pacientes de esclerosis múltiple, sin saber que algunas de esas experiencias relatadas por mis pacientes, las viviría de algún u otro modo en primera persona. Ya sabéis mucho que soy del 15% de los pacientes que ha sudfrido un brote catastófrico y aún así he tenido que escuchar lindezas como... todos hemos pasado por lo mismo... pero como venían de alguien famosillo no podía ni debía ofenderme. ¡Pobre de mí si lo hacía! Pues ya no. Ya no me ofendo al recordarlo, pero no me entendáis mal, sí me niego a olvidar y me obligo a filtrar. Filtrar todo aquello que se mezcla con la sanidad; todas las opiniones que no parecen estar bien dichas o creídas; todos los pensamientos diferentes a los del restro, porque de todos es bien sabido que nacenos con una lista de lo que está bien pensar...

Y así, igual que me puedo calificar como inmunodeprimida, puedo creer que mi situación es solo mía sin importarme lo que puedan pensar los demás. ¿Qué importa eso si nadie se pone en mis zapatos ni recorre mi camino (aunque sea trastabillándome cada dos pasos)? Así que sí. Empiezo a filtrar lo que me duele y a quién me duele. Porque las personas también duelen y de manera más profunda de lo que se puede creer... ¡Pero claro! Que voy a saber yo si solo soy una quejica ;p

















1 comentario:

  1. Eso es allí la gente no conoce lo que es vivir con esto, pero nosotros sí y eso que nos llevamos. Por cierto si me has contado alguna vez lo de brote catastrofico pero, perdona mi ignorancia. Puedes explicar exactamente cuáles son los síntomas o signos de este tipo de brote?

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