La vida duele...




Gota tras otra golpeaban la ventana con fuerza. Con una que yo no tenía, mi cerebro creía que sí y así lo quería, pero mi cuerpo parecía rebatirlo con sonrisas sarcásticas y llenas de malvadez... ¡Ay esa disociación que tanto me dolía anímicamente!

Frente a mí un ventanal que a pesar de la cantidad de luz que entraba a través de él, en mí se tornaba en neblina, dudas y confusión, hasta que el lamento decidió borrar todo aquello con un vendaval de lágrimas, que aunque lo intentaran, no hacían desaparecer los sentimientos que las habían hecho surgir.

No pensar. Esa creía que era la solución, al menos la más inminente.

Mi vía central en la carótida no me dejaba mucho margen de movimiento, pero quizá por eso mis neuronas aún activas se movían sin poder contenerse. Aunque fuera sin ton ni son. Pero al menos no luchaban en una guerra en la que dudaban poder tener alguna oportunidad de ganar. Las visitas  de conocidos, familiares y algún amigo hacían más llevaderos los días, pero en un cofre cerrado a cal y canto seguía la duda de qué hacer con mi vida a partir de entonces. Fisioterapeuta, demasiados pacientes a la hora, horario de trabajo en el que más me costaba a mi cuerpo responder; no digamos ya a mi cabeza.

No pensar. Eso creía que seguía siendo la mejor opción por el momento.

Las semanas pasaban, la gripe ocupaba el hospital y un alta para evitar mayores problemas me hizo respirar..., hasta que respirar de la manera que lo hacía no parecía ser suficiente. Cuatro días después allí estaba de nuevo, otra vía central, en este caso bajo la clavícula, retomaban la lavadora en la que introducían el plasma para intentar limpiarlo de todo lo que podía estar provocando más defectos que efectos. Pasaban los días, y en las sesiones de fisioterapia compartía distintos métodos de trabajo con ellos.Y en mi cabeza se difuminaba más el...

No pensar. Y en su lugar aparecía con más fuerza el ¿y ahora qué?

Podía andar por los pasillos con andador, mientras personas con los golpes de la vida reflejados en sus caras se sorprendían de mi edad en la planta de #neurología. Mis compañeras de habitación iban y venían, y ahí seguía yo. Con la desesperación en batalla con la esperanza.

Ahora sí pienso.

¿Cómo podría hacerlo? ¿Cómo podría explicárselo a mis jefes? Mis compañeros me mantenían informada y daban opciones a las que poder agarrarme sin que mi salud fuera el pilar en el que se sustentaran. No del todo al menos. Y al fin... la ansiada libertad. Ese 15 de mayo de 2017 en el que vi la luz con fuerzas (anímicas al menos) para seguir adelante con una nueva vida.

Nueva vida. Nuevos propósitos. Nuevas ayudas... nuevo futuro. Uno nada fácil, cubierto de lágrimas y horizontes en los que nada de lo conocido en mis 35 años parecía tener relevancia. Gracias a mis fisios, mi psico, así que en cuanto mis neuronas se organizaron algo más, decidí ayudarlas....



Y así, pensé que mis problemas podían taner fácil adaptación con la ayuda de psico y neuropsico. Pedir ayuda es fundamental, como no sentirse culpable por hacerlo....

Y pienso qué es mejor y qué necesito alejándome de todo lo que resta.

¿Difícil? Sí.

¿Imposible? Nunca.













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