Marea.




Playita. Mar. Arena. Sol... y brotes. ¡Vaya water party estoy hecha! No, ya en serio. Los dichosos brotes y el tortuoso virus, van a hacer del verano de 2020, uno muy, pero que muy especial.
¿Ir a la playa con mascarilla? Planazo de look.

¿Mirar mal a la gente que no lleva mascarilla? Pues lo siento, pero mi tratamiento inmunosupresor así lo requiere, y así llama más la atención, más en estos momentos en los que las miradas dan a conocer más que las sonrisas o ausencia de ellas bajo la mascarilla.
A mí en concreto, me agobia más la razón por la que llevar mascarilla que la propia mascarilla en sí. El problema de enfentrarnos a nuestros demonios es que a veces ellos ganan, ¿y qué mejor armadura para que no ganen en nuestro enfrentamiento, que llevar puesto un nuevo complemento chic?

Cuando todo parece oler a mentiras, la marea se retira y deja al descubierto el fondo del mar. Según cada uno, este tiene solo chinitas, para otros arena mojada y para un tercer grupo, grandes piedras resvaladizas para que nuestras nalgas sientan de cerca su duro apoyo al caer.
A veces nos duele más a nosotros, que al resto del mundo, guarar rencor a todos aquellos que no se rigen por las nuevas normas anormales impuestas por un virus hecho protagonista. Por culpa de quien sea. Porque no es tan fácil encontrar a alguien o algo nuevo para reinventarnos, sino que debemos mirar dentro de nosotros mismos para buscar quiénes somos en realidad, sin buscar culpas ajenas que no sirven de nada. Por lo menos ahora mismo.

Yo era una persona de esas dormidas en su día a día. Creía que con solo tener los ojos abiertos estaba despierta... pero no, hasta que descubrí que es posible hacer todo de otra forma. Otra que nos llena más de vida, experiencias y paisajes que nunca creímos posible poder ver. En una ocasión leí que el Universo recompensa la valentía, así que... ¿Qué valentía tiene hacer siempre lo mismo de cara a los demás o la sociedad, y olvidarnos de lo que de verdad necesitamos cada uno de nosotros? Muchas veces miramos a alguien y creemos saber lo que está pensando, pero pocos de nosotros mismos sabemos ni lo que pensamos de verdad, como para suponer lo que pasa por la cabeza de otros.

El desenlace de todo esto solo llega a través de los años y las experiencias de cada uno, Lo visto a través de nuestros ojos y lo vivido a través de los años. En más de una ocasión, pensamos que con querer a alguien es suficiente, pero en esta vida #neuroatípica, más si cabe, el querer a alguien y ser correspondido no significa que nos hagamos bien. Si de por sí, ya es complicado encontrar un compañer@ de vida, con las piedras de nuestras mochilas esta tarea se complica aún más. Además, pocos suelen hacer lo que les conviene, y de hacerlo, no suele disfrutarse como se debería, porque... si se hace una vez, ¿por qué va a ser la última? Pero sí, esa manía sigue presente en muchos olvidando que en ocasiones, las oportunidades solo ocurren una vez en la vida y hay que disfrutarlas como si no pudiéramos volver a repetirlas.

Lo que nos ocurre a muchos, es que la preocupación se ancló a nosotros en un punto del camino y nos adelantamos al tiempo preocupándonos de lo ue pasará después y cómo arreglarlo. Esa dichosa preocupación que nos impide ver y disfrutar del aquí y ahora.

¿Y vosotros? ¿Vais a disfrutar de este verano aunque sea tan atípico como nuestras vidas llenas de #cronicidad?
Mirad la marea y observad lo que deja a su paso...





















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