Prioridades.

Sí. Un verano diferente. Un año diferente, tan bonito que parecía el 2020 y ahora, en septiembre, tras olas alejadas del mar, se habla de desescalada y mascarilllas. Como paciente crónico y #neuroatípico, el confinamiento no fue diferente a mis cinco meses en el hospital y la consiguiente desescalada tras el alta. Por lo que la mía fue aprendida hace tres años tras un buen tortazo con la mano abierta... Así que he optado por hacer lo mismo que en aquel entonces, pero con algo más de cabeza y fuerza (a pesar de quedarme sin vacaciones y sin las consiguientes quejas que veo, oigo y leo allá por donde miro...).
 
Mi desescalada actual empezó como hace años..., en la vida. Sin prisas (por qué iba a tenerlas si ya me otorgaron la incapacidad absoluta, o traducido, aburrimiento total...), pero aún así con muchas ganas. Esas que no deben faltar a pesar de problemas varios, porque todo el mundo tiene, ya que sin ganas la vida no te da opción a conseguir nada bueno o que se desee. No frunzáis el ceño..., es así. Al principio, es una caca (por no decir mierda), no os engañaré, pero como digo siempre, nada que merezca la pena es fácil. Aparecen recuerdos que apenas duraron en el reloj pero sí son persistentes en nuestra memoria, como si nos fuera la vida en ello. ¡Cómo no voy a recordar cuando mi vida era normal! Cuando iba a trabajar con mis pacientes en un trabajo que adoraba como fisio, con mis compañeros y algunos supuestos amigos de los que ahora solo queda su estela, porque anda que no se fueron lejos. ¿Culparles? No, en mi proceso de desescalada particular descubrí las diferencias que hay en la vida. Las de ellos. La mía. La de quien se va. Y la de quien se queda. Porque sí, gracias a Dios, hay alguien que se quedó sin preguntas y con apoyo. Mucho apoyo.
 
Volviendo al título del post, la palabra PRIORIDAD comenzó a mostrarse ante mí en mayúsculas y en ocasiones incluso en neón. Priorizar qué puedes hacer en tu nueva situación y la mejor manera de hacerlo. Cómo adaptarte y cómo ser feliz en tu nueva situación. ¿Llorar? ¿Quejarse? En su justa medida. Sí, hay momentos en los que es inevitable, pero descubrí que hacerme el harakiri solo me alejaba de mi objetivo de ser feliz en mi situación. En ocasiones era (y es) necesario, pero me di cuenta de que cuánto menos, mejor, y más me acercaba a mi objetivo de centrarme en las prioridades de ayudar a quien quiere ser ayudado y sentirme útil con quien lo valora, agradece y hace uso de lo que quieres mostrar. Supongo que mi trabajo vocacional no fue olvidado a pesar de mi #EM y daño cognitivo, solo me alejó de él, pero sigo ayudando en la medida de lo posible...
 
¿Conclusión? Las prioridades, que son las que deben mostrar nuestro camino, deben ser las que nos ayuden primero a nosotros (recordad la frase de mi psicóloga "me duele más mi madre que la tuya", porque en el fondo solo nosotros sentimos nuestro dolor). Si no nos ayudamos primero a nosotros mismos no podemos ayudar a los demás... Así que las prioridades deben salir de nosotros una vez encontrado el camino en el que nos sentimos realmente bien... Así que algún día diré que no fue fácil, pero lo logré. Y cada uno tiene su momento para sentirse así.










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