La pecera

 

¿Os imagináis ahí? En una pecera desde donde se puede ver el mundo pero sin interaccionar con él.

¿Os suena? A mí desde luego sí, para el resto del mundo, lo ajeno es siempre menos importante que lo propio, y siendo así... Las circunstancias no es que pasen a un segundo plano, es que pasan a uno muy muy lejano, cercano al último. Poco a poco, las relaciones, la forma de pensar, la evolución de las amistades —si es que lo eran— quedan mañanas, empujadas o tiradas por tierra bajo el mando de la #esclaerosismúltiple.

Sí, ahora son tiemposs difíciles, en los que buena parte de los que están alrededor entienden aún menos por lo que pasamos los pacientes crónicos; ¿ir a una terraza a tomar un café? ¿Ir a dar un paseo sin observar narices ajenas? ¿Decir que no a planes donde se reúne gente? (Mejor no digamos el número porque nos llamarán hipocondríacos).

Estar inmunosuprimida, ser paciente de riesgo pero no el suficiente para estar en la lista de pronta vacunación, si es que no se han colado alcades, políticos varios etc... Y así todo. Escuchar, intentar ayudar, para luego solo ver espaldas cuando se grita ayuda. Un grito que solo debe ser audible para los perros, para el oído humano parece ser que no. Y así discurren nuestros días; esos interminables, idénticos al anterior con la única excepción del nombre que tenga. ¿Acaso vuestros días cambian en fin de semana? Si eso se diferencian en función de las consultas médicas que tengamos. En mi caso, como soy odiosamente recta, mi despertador (si no lo hace antes mi vejiga) suena a primera hora de la mañana. Sé que soy más eficiente entonces, así que me obligo a escribir, estirar, hacer ejercicios... Aunque muchos me digan que es suerte la lenta evolución de mi enfermedad. El trabajo que yo haga para ayudar a que así sea no es relevante...

En fin, que saldremos mejores de todo eso.

Lo que sí sé, es que esta pandemia me está ayudando a que se caigan caretas, salga la realidad a la luz y pueda ver lo que antes era invisible para mis ojos. Ya nos lo decía El Principito...

Escuchar las opiniones reales de muchos que antes preferían pasar de largo.

Ver actitudes que en situaciones normales no repararíamos en ellas.

Observar hasta qué punto llega la paciencia de los demás.

¡Pero no te quejes! Quizá porque siempre me inculcaron que los demás eran más importantes, más sabios (o expertos, que ahora está de moda), más disciplinados, menos quejicas (¡JA!)... Pues ya no. Hasta aquí. Y quien no esté como lo estaba antes, el/ella/ellos/ellas se lo pierden porque la puerta se cerró, o la cerraron de un mal empujón. No penséis que porque algo se hace, es fácil.

Y vosotros... ¿habéis notado cambios en esta época?

 

 

 

 

 

 

 

2 comentarios:

  1. No te olvides que aunque creas que lo que hablas o gritas no lo oye ni un perro ni uno bueno nosotros si somos capaces de oírlo incluso de entenderlo será por esta cosa que tenemos en común pues si es así eso que hemos sacado.lo siento pero de la pandemia no he sacado absolutamente nada bueno.

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    1. Lo siento, Omar, uo de la gente no saqué nada positivo, sí de mi fortaleza... Y eso es en lo que me debo centrar. Ánimo 💪🏻

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