Huellas

 

¡¡¡¡Por fin!!!!

 No, no hay cura, pero sí que por fin, mi tranquilidad, meditación, mindfulness, o llámalo X, consiguió mantener a raya a mis linfocitos. Sí, sé que son mucho. muy y súper importantes como barrera para que lo malo no vaya donde los neurólogos quieren... ¡pero ay, mi cabecita! Que si no puedo "emociarme de más, que si no puedo (lo que se os ocurra que sea divertido), pero al fin, y con 40 por encima del mínimo, cuarenta sí, de ochocientos. Y me acuerdo cuando trabajaba con pacientes, allá por el año de la polca, que esa era la cifra que tenía. Ya desde el principio somos supervivientes 😂

En fin, a lo que voy que se me escapan las ideas y luego a ver quién las encuentra. Con esos cuarenta de más, por fin, se administra la perfusión de mi tratamiento (Ocrelizumab) tras explicar de nuevo, y que no dejen de repetírmelo, los tiempos que deben pasar hasta la dichosa vacuna a la que tanto estamos expuestos en radio, televisión, vecinos, conversaciones perdidas por la calle, colas en centros de salud... Pero mis huellas cuanto más alejada de los tumultos mejor. Ahora casi todo va por vídeollamadas, teléfono e internet. Así que ¡ala! No soy tan analógica, pues a espabilar toca antes de que mi pareja quiera tirarme por la ventana con tanta preguntita.

Al día siguiente, vamos hoy, sin ir más lejos, un compañero múltiple me ha preguntado qué tal estoy... Y ¡vaya si estoy bien! Anímica y físicamente, que todo suma y ayuda. Es como quitarse un peso de encima, que aunque no se refleje en la báscula, yo lo noto más que los kilos. Y lo que noto va a misa, ¡hombre ya! Dos semanas de desconexión a la que me obligué, que aún me cuesta horrores, pero han dado su fruto que espero que florezca durante estos seis meses hasta el siguiente chute. ¡Vaya compañero de cama y cabeza me busqué! ¿Vosotros también lo tenéis? Pues a sacudirse la cabeza, la almohada y hasta el corzón.

Y no os olvidéis, lad mejores huellas son las que dejan las sonrisas... ¡¡¡Así que a sonréir!!!