Bajo la piel

 

Sí, cada vez tengo más claro que somos como estos arbolillos, con la excepción de que nuestros cambios no siempre son tan visibles. Podemos sentirlos como de hecho lo hacemos, pero nuestros cambios de temporada no son tan sencillos como guardar camisetas y faldas por mangas largas y pantalones calentitos. Pero ¿qué efecto tiene en los #neuroatípicos?


Aquí llega lo divertido para las enfermedades, neurológicas. En cada uno se presenta de una manera, dejando de lado los comentarios de los abuelillos de «a mí me pasa igual por esta época, es normal», y mis impulsos se convierten en bilis destructora de hígado con tal de no saltarles a la yugular  pensando que tengo medio siglo menos que ellos reflejado en el dni. Pero ¡cuidado!, que esto no se queda ahí, allá donde vayamos escuchamos la misma cantinela en médicos, familiares e incluso amigos. 
¿Tan difícil es ponerse en la piel del otro? Debe ser que sí, o quizá  no es dificultad sino dejadez, cansancio, pasotismo o «qué complicado es todo para pensarlo más de dos minutos», y dos minutos ya son muchos.

En mi caso, estos cambios de estación supusieron pánico anual, cientos de correos a la neuróloga, visitas presenciales (antes de que el maravilloso covid entrara en nuestras vidas) y cientos de cara de «no tengo ni idea de lo que me estás contado», y vuelta la mula al trigo y a casa sin soluciones, pero como una es, aún lo es aunque menos, muy apañada, se me ocurrió en su momento, allá por los principios de esta situación cubrir la cama con una manta finita; si queréis venir a casa tengo una tienda con todo tipo de mantas: finas, gruesas, con peso, sin él, coloridas, sobrias... Un primor, vaya. 
¿Y cuando voy a mis sesiones de fisioterapia con mis pantalones y camisetas de tirantes? Qué maja y fantástica con mi vestimenta —casi ausencia de ella—, que parece llamar a toda alteración sensitiva posible. Una alteración que parece estar a la gresca tanto con el aire acondicionado como con la bomba de calor, calefactores, etc... 

Todo esto suele incrementarse en el denominado "veranillo de San Miguel" donde ni frío ni calor, lo que se percibe es algo diferente que no viene reflejado en diccionarios, google o nada similar. ¿Sabéis a qué me refiero? Mi pareja el pobre no sabe si ponerse pijamas, cubrirse con mantas, vestirse de más o de menos... Santa paciencia la suya. Paciencia que no se obtiene del resto de la raza humana sobre el globo terráqueo, excepto algunas excepciones que gracias a Dios aún se encuentran.

No me meteré en cambios climáticos porque yo llevo viviendo esos cambios durante los quince años que llevo enferma, dentro de mí, bajo mi piel... No son climáticos, son sensitivos, molestos, desagradables e incómodos. Eso vivimos cada día en mayor o menor grado en este veranillo de san Miguel que antes de la enfermedad, en la juventud, era un soplo de aire fresco que el verano no pareciera abandonarnos, pero ahora.... qué malo es hacerse mayor sin que lo refleje la fecha de tu partida de nacimiento.

Otra cosa, no, pero la relación que tenemos con los cambios no es que sea tóxica es que es una guerra sin ganador. 
No ganaré, pero seguiré en pie hasta la siguiente que vendrá más pronto que tarde.















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